El Papa Francisco llevó a cabo la representación de un diálogo con Jesús en las meditaciones del Vía Crucis del Viernes Santo, seguido desde el Coliseo, Roma, por los fieles allí reunidos; algo considerado, respecto a la conversación con Cristo, por analistas y medios internacionales, como primera vez en su pontificado. Un diálogo directo, integrado por reflexiones, preguntas, confesiones e invocaciones.

Durante las catorce estaciones del Calvario, los sufrimientos padecidos por Jesús camino al Gólgota llevan a un examen de conciencia, que se convierte en oración, con una invocación final que repite catorce veces el nombre de Jesús.

El Papa introdujo así el Vía Crucis subrayando que la oración caracteriza cada uno de los días de Jesús con matices diferentes.

El Vaticano informó que la ausencia de Francisco en el Coliseo Romano para el rezo del Via Crucis la noche de este Viernes Santo, 29 de marzo, fue con el propósito de “preservar su salud”.

El texto o textos están inspirados en el Año de la Oración convocado por el Pontífice en preparación para el Jubileo de 2025. Con foco en Jesús, que da su vida para salvarnos, en un mundo en el que basta un teclado para insultar y publicar condenas.

Entre la multitud que asiste al “bárbaro espetáculo de la ejecución del Nazareno hay también quien emite “juicios y condenas”, arrojando sobre él “infamias y desprecios” sin conocerle y sin conocer la verdad.

“Sucede también hoy Señor, y ni siquiera es necesario un cortejo macabro; basta un teclado para insultar y publicar condenas”, observó Francisco.

El amor no queda sin respuesta

En el momento más oscuro y extremo, Jesús grita su abandono (11ª estación), ¿cuál es la lección que hay que atesorar? «En las tormentas de la vida: en vez de callar y aguantar, clamar, sugiere Francisco, que en la duodécima estación se detiene en el ladrón que se confía a Cristo, quien a su vez le promete el Paraíso, haciendo así de «la cruz, emblema del tormento, ícono del amor», transformando «la oscuridad en luz, la separación en comunión, el dolor en danza e incluso el sepulcro ―última estación de la vida― en punto de partida de la esperanza».

María, que en sus brazos acoge a Jesús muerto (13ª estación), al final del Vía Crucis, nos ayuda a decir sí a Dios, ella que «fuerte en la fe», cree «que el dolor, atravesado por el amor, da frutos de salvación; que el sufrimiento con Dios no tiene la última palabra». Y finalmente, José de Arimatea, custodiando el cuerpo de Jesús para darle digna sepultura (14ª estación) nos muestra que «todo don hecho a Dios recibe una recompensa mayor», «que el amor no queda sin respuesta, sino que da nuevos comienzos», que dar es recibir, «porque la vida se encuentra cuando se pierde y se posee cuando se da».

Puro Vinotinto

Con información de Vatican News, otros medios internacionales y redes sociales

Fuente de imagen referencial: X – @elheraldoco

Visita nuestro canal de noticias en Google News y síguenos para obtener información precisa, interesante y estar al día con todo. También en Twitter e Instagram puedes conocer diariamente nuestros contenidos

Comparte: